Las ideas educacionales de los patriotas debieron luchar contra la falta de profesores, de materiales y sobre todo contra la oposición de quienes veían amenzados sus privilegios: la oligarquía2 y la Iglesia. Unos y otros asumían que la educación es un asunto para las clases altas, para formar a quienes dirigirán el país y ``decorar'' a sus mujeres. No sólo no se interesaron por la educación del bajo pueblo, sino que se preocuparon de restringirla por peligrosa para el orden social. Coincidentemente, por esta época comienza a hablarse de ``empresas educacionales''.3
A partir de su arribo a Chile, en 1828, el destacado intelectual venezolano Andrés Bello, comienza a acomodar las ideas ``utópicas'' de los próceres de la Independencia a la ``realidad'', esto es, a la sociedad hacendal, segregada, y de matriz colonial que retomó el control del país a fines de la década de 1820, cuando fue derrotado el impulso democrático de la Independencia. Bello defendió e instaló una educación segregada, una para quienes van a formar el cuerpo dirigente de la nación, otras para quien deben trabajar y obedecer:
``No todos los hombres han de tener igual educación, aunque es preciso que todos tengan alguna [..] Hay en todos los pueblos una desigualdad de condición, de necesidades, de método de vida. A esas diferencias es preciso que se amolde la educación para el logro de los interesantes fines a que se aplica.'' [...]
Más aún: ``El círculo de conocimientos que se adquieren en estas escuelas dirigidas para las clases menesterosas, no debe tener más extensión que la que exigen las necesidades de ellas: lo demás no sólo sería inútil, sino hasta perjudicial, porque, además de no proporcionarse ideas que fuesen de un provecho conocido en el curso de la vida, se alejaría a la juventud demasiado de los trabajos productivos.''[#!Bello1!#]
La educación no sería más herramienta para construir la sociedad democrática como lo preconizaba Henríquez, sino un medio para adaptar y someter a los ``ciudadanos'' al orden establecido. La educación no sería más un recurso para que el individuo aprenda a ejercer sus derechos, sino para ``entender sus deberes'' en una sociedad jerárquica. No es casualidad que el ministerio correspondiente se llamara ``Instrucción, Justicia y Culto'': la Educación, la Ley y la Iglesia formando un todo coherente. El bajo pueblo debía aprender a amoldarse al lugar en que le tocó nacer. Para ello, ``los principios de nuestra religión no pueden menos que ocupar el primer lugar'' (ver recuadro), lo que se complementa con algo de lectura, escritura y aritmética.
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Lo que convirtió a Bello en el gran intelectual latinoamericano fue su brillantez para definir la noción de intelectual funcional a las clases gobernantes y que se acomodara a la sociedad conservadora heredada de la Colonia. Según su teoría, el primer e insustituíble paso en la elevación cultural del país consistía en formar un reducido grupo de intelectuales de elite para que luego estos ``chorrearan'' al resto de la población. Veremos que Sarmiento denunció en su momento la falacia de tal política.
El magisterio de Bello se preocupó entonces sólo de formar a los gobernantes y sus familias, de consolidar su cosmovisión y codificar sus usos y costumbres como ley. Privilegió la educación universitaria, y dentro de ésta, la humanista y legal. Produjo una eclosión cultural que aún hoy impresiona; tanto como el abandono en que quedó la educación del pueblo (primaria), de los artesanos, de los mineros, mecánicos, campesinos y de todos quienes estaban involucrados en la producción que hacía funcionar al país. Pero hay más. El tipo de educación que la clase superior y privilegiada debía recibir no incluía temas productivos (ingeniería, agricultura, minería, etc.) La producción era para él, como en la república romana que tanto admiraba, un asunto de las clases bajas. Las humanidades y las leyes eran las únicas dignas para quienes nacieron para dirigir el país.4
Resumamos: hay cuatro características de esta herencia que marcarán el futuro de la educación chilena:
1. Una educación privilegiada para la clase dirigente centrada en las humanidades y las leyes.
2. Instrucción para el bajo pueblo dirigida a inculcar los deberes para con el orden y la ley (por medio de la religión) y lectura y escritura para aprender a recibir órdenes.
3. Una educación en todos los niveles completamente desligada de las necesidades productivas del país. Escuelas técnicas consideradas más como institutos de beneficencia que como formadoras de profesionales.
4. Una segregación de la educación en compartimientos estancos. Primaria para pobres; ``especial'' (técnica) para artesanos; secundaria humanista para cooptar el aparato administrativo del Estado; universitaria para la clase dirigente.
Estas ideas desarrolladas en la década de 1830 serán consolidadas en 1843 con la creación de la Universidad de Chile; con el plan de Estudios Humanistas (para formar los cuadros de la elite); con la ley de educación primaria (para pobres); con las escuelas de artes y oficios y agrícolas para artesanos. La Chilean way en materias educacionales estaba instalada.
A pesar de muchos aparentes progresos, el modelo siguió casi sin cambios hasta finales de siglo. El gobierno de Balmaceda, que tuvo particular preocupación por la educación, a nivel de presupuesto, infraestructura y dignificación del profesorado, manejaba, sin embargo, la misma matriz segregada (ver recuadro).
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Dado el impacto de este modelo en las políticas educacionales en nuestra historia, en los apartados siguientes daremos alguno detalles más.