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Durante la vida de estos mariscos las dos valvas permanecen entreabiertas, permitiendo la circulación y filtración del agua y sus nutrientes, pero a la menor señal de peligro el músculo se contrae y las conchas se cierran totalmente. Cuando se cuecen los bivalvos, el músculo pierde su acción clausuradora y las conchas se abren definitivamente. El alambre tiene por objeto clausurar el choro con dos vueltas y apretarlas con el alicate fuertemente para evitar que al cocerse se abra y pierda el jugo. Ponga los choros así alambrados sobre las brasas hasta que emitan un chorrito de vapor; retire y espere un rato para evitar quemarse con las conchas calientes, destuerza el alambre, separe la concha de arriba y bébase el caldo concentrado de los choros; con el borde filoso de la concha corte en trozos la carne cocida y lléveselos a la boca con los dedos.
Una variante muy sabrosa consiste en abrir el choro seccionando su músculo aductor evitando la pérdida de jugo, e introduciéndole algunos pedacitos de buena longaniza, cierre el choro y siga el procedimiento ya indicado.