La censura ha sido desde tiempos inmemoriales uno de los pasatiempos favoritos del gobierno de turno. Es curioso lo arraigado que está en nuestras costumbres, que parece casi natural ver películas cortadas en televisión, o con sub-títulos ablandados o censurados.
Afortunadamente para nosotros, los que queremos que nos dejen elegir entre las propuestas comunicacionales y que no nos gustan que elijan a nuestro nombre, la censura conoce tiempos difíciles. La tecnología ha ido avanzando sin respetar las fronteras habituales, y la integración en un sistema conunicacional global terminará para siempre con los censores locales (claro que siempre puede existir un censor global, pero esperemos que eso nunca se haga realidad).
El primer paso fueron las antenas que comunicaban a larga distancia, como los canales de televisión orientados a la ex-alemania oriental, o emisiones de radio onda corta. También la televisión vía satélite trajo su efecto, y recuerdo al canal nacional intentando cortar en línea (y en tiempo real) las imágenes de un partido en directo donde se veían letreros contra Pinochet en las barras.
Hoy en día, la TV por cable también hace de las suyas. El caso degollados pudo verse en el canal nacional, pero también escuchar el análisis de CNN. Por fin podemos ver películas sin cortes (en algunos canales solamene). A pesar de ello, la censura es persistente, y ya tuvimos el estreno de la censura local de películas completas en ciertos horarios.
Ejemplos menos obvios, son el impedimento a cierto tipo de servicios de información usando el prefijo 700 en Chile. En todas partes del mundo, los servicios de "información" más usados son diferentes sabores de servicios pornográficos o (más elegantemente) servicios rosa. Acá no existen sólo porque los impiden.
La discusión sobre el derecho del poder central de evitar que los habitantes del país vean, sepan o conozcan ciertas cosas es larga y probablemente estéril. Sin embargo, probablemente también es innecesaria. La tecnología comunicacional va llegando lentamente a una situación en que es completamente imposible censurar. Mejor será que el gobierno, la iglesia, y todos los consejos superiores censores de toda naturaleza cuelguen sus tijeras y busquen cosas más productivas que hacer.
El futuro de las redes de servicios, es una gran red integrada, donde los clientes y los servidores se confunden, y donde la red sólo juega un rol de transporte, sin posibilidad de saber siquiera para qué se está usando. Tal como la fibra óptica en telefonía llevó al FBI a pedir oficialmente que existiera una forma de escuchar conversaciones (lo que antes se hacía solo "pinchando" el par telefónico), este tipo de red no tendrá forma de ser censurada ni espiada, puesto que cada protocolo tiene su propio formato y método de encriptación de ser necesario.
Claro que siempre podrá ser desconectada, pero en ese caso nada funcionará, lo cual no lo hará una solución muy viable. De alguna forma, los sistemas abiertos interconectados, las redes públicas de transporte y los sistemas de venta de información en línea serán la democracia de los medios de comunicación, dejando finalmente en el usuario final la libertad de elegir lo que quiere ver, saber, imaginar o soñar.
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