Citas Célebres

Estos son algunos de los trozos de los libros que han hecho cambiar mi forma de ver las cosas:

Jamás se regresa

No te enamores de una mujer que lee, de una mujer que siente demasiado, de una mujer que escribe.
No te enamores de una mujer culta, maga, delirante, loca. No te enamores de una mujer que piensa, que sabe lo que sabe y además sabe volar; una mujer segura de sí misma.
No te enamores de una mujer que se ríe o llora haciendo el amor, que sabe convertir en espíritu su carne; y mucho menos de una que ame la poesía, o que se quede media hora contemplando una pintura y no sepa vivir sin la música.
No te enamores de una mujer a la que le interese la política y que sea rebelde y sienta un inmenso horror por las injusticias. Una que no le guste para nada ver televisión. Ni de una mujer que es bella sin importar las características de su cara y de su cuerpo.
No te enamores de una mujer intensa, lúdica, lúcida e irreverente. No quieras enamorarte de una mujer así. Porque cuando te enamoras de una mujer como esa, se quede ella contigo o no, te ame ella o no, de ella, de una mujer así, jamás se regresa...

Martha Rivera Garrido, poetisa dominicana.

A propósito del día de la mujer (8 de marzo), un poema choro:

MUJERES DEL MUNDO: UNÍOS

Arriba mujeres del mundo
La buena niña
Y la buena para el leseo
Las hermanitas de los pobres y amiguitas de los ricos
La galla chora y la mosca muerta
La galla hueca y el medio pollo
La cabra lesa y la cabra chica metida a grande
Canchera la cabra
Y la que volvió al redil

La que se echa una canita al aire
La que cayó en cana o al litro
Y la caída del catre
Las penelopes
Matas haris y juanas de arco
La que tiene las hechas y las sospechas
La que se mete a monja
O en camisas de once varas.
La mina loca la mina rica
Pedazo de mina
La que no tenga perro que le ladre
Y la que "tenga un bacán que la acamale"
Arriba las mujeres del mundo
La comadre que saca los choros del canasto
Los pies del plato
Y las castañas con la mano del gato
Las damas de blanco azul y rojo
Las de morado
Las damas juanas y damiselas
Todas las damas y las nunca tanto

La liviana de cascos
Y la pesada de sangre
La tonta que se pasó de viva y la tonta morales
La que se hace la tonta si le conviene
La que no sabe nada de nada
Y esa que se las sabe por libro

 

La madre del año arriba,
Madre hay una sola
Y las que se salieron de madre

Arriba mujeres del mundo:
La cabra que canta pidiendo limosna
La que como le cantan baila
Y la que no canto ni en la parrilla

Arriba todas las que tengan
Vela en este entierro
La que pasa la lista
Y la que se pasa de lista

La aparecida y la desaparecida
La que se ríe en la fila
Y la que ríe último ríe mejor:

La natasha la eliana la pía
La paz la anamaría la lila
La angelina y la cristina
La que anda revolviendo el gallinero
La que pasa pellejerías
Y la que no arriesga el pellejo
La dejada por el tren
O por la mano de Dios.

Que se alcen las mujeres con valor
las pierdeteuna
y las que se las ha perdido todas
la percanta que se pasa para la punta
y esa que apuntan con los fusiles.

 

 

de Teresa Calderón


Tomado de El rincón de la bruja


   Te doy las gracias, Montolio DeBrouchee, por confirmar mis sospechas. He aprendido que la ambición de aquellos que siguen preceptos egoístas no es más que un desperdicio caótico, una ganancia mísera a la que sigue una pérdida infinita. Porque es cierto que existe una armonía en el universo, una sinfonía coral de felicidad. Para unirse al coro, uno debe encontrar la armonía interior, debe encontrar las notas verdaderas.
   Hay otra cosa que se debe señalar referente a la verdad: las criaturas malvadas no saben cantar.

Drizzt Do'Urden
De «El Refugio», de R. A. Salvatore


   -¿El tuyo es un lamento sincero? -preguntó Montolio-. ¿Sabes?, la mayoría no lo son. La mayoría de las cargas que nos imponemos se fundan en interpretaciones erróneas. Nosotros... al menos los que somos de carácter sincero... siempre nos juzgamos a nosotros mismos con normas mucho más exigentes que aquellas que aplicamos a los demás. Supongo que es una bendición o, según cómo se mire, una maldición. -Volvió los ciegos ojos hacia Drizzt-. Tómalo como una bendición, amigo mío, una llamada interior que te empuja hacia metas inalcanzables.

De «El Refugio», de R. A. Salvatore


Make your choice, adventurous Stranger;
Strike the bell and bide the danger,
Or wonder, till it drives you mad,
What would have followed if you had.

From «The Chronicles of Narnia, Book VI, The Magician's Nephew», by C. S. Lewis

Escoge, aventurero desconocido:
golpea la campana y sométete a la aventura,
o pregúntate hasta la locura
qué hubiese entonces acontecido.

De «Las Crónicas de Narnia, Libro VI, El Sobrino del Mago», de C. S. Lewis


Muchos han hecho notar la rapidez con que Muad'Dib aprendió las necesidades de Arrakis. Las Bene Gesserit, por supuesto, conocen los fundamentos de esta rapidez. Para los demás, diremos que Muad'Dib aprendió rápidamente porque la primera enseñanza que recibió fue la certeza básica de que podía aprender. Es horrible pensar cómo tanta gente cree que no puede aprender, y cómo más gente aún cree que el aprender es difícil. Muad'Dib sabía que cada experiencia lleva en sí misma su lección.

De «La humanidad de Muad'Dib», por la Princesa Irulan.
Dune, Frank Herbert

XXIII

   -¡Buenos días! -dijo el principito.
   -¡Buenos días! -respondió el comerciante.
   Era un comerciante de píldoras perfeccionadas que quitan la sed. Se toma una por semana y ya no se siente ganas de beber.
   -¿Por qué vendes eso? -preguntó el principito.
   -Porque con esto se economiza mucho tiempo. Según el cálculo hecho por los expertos, se ahorran cincuenta y tres minutos cada semana.
   -¿Y qué se hace con esos cincuenta y tres minutos?
   -Lo que cada uno quiere...
   -Si yo dispusiera de cincuenta y tres minutos -pensó el principito- me iría a la fuente con toda tranquilidad...

De «El Principito», de Antoine de Saint Exupéry

...Y cuando el otoño llegó, y llegó también el término de sus días, tuvo aún tiempo de dar una última lección antes de morir a las jóvenes abejas que la rodeaban:
   -No es nuestra inteligencia, sino nuestro trabajo quien nos hace tan fuertes. Yo usé una sola vez de mi inteligencia, y fue para salvar mi vida. No habría necesitado de ese esfuerzo, si hubiera trabajado como todas. Me he cansado tanto volando de aquí para allá, como trabajando. Lo que me faltaba era la noción del deber, que adquirí aquella noche.
   Trabajen, compañeras, pensando que el fin a que tienden nuestros esfuerzos -la felicidad de todos- es muy superior a la fatiga de cada uno. A esto los hombres llaman ideal, y tienen razón. No hay otra filosofía en la vida de un hombre y de una abeja.

Extracto de «La abeja haragana», de Horacio Quiroga

El guardia que estaba registrando al Alquimista encontró un pequeño frasco de cristal lleno de líquido y un huevo de vidrio amarillento, poco mayor que un huevo de gallina.
   - ¿Qué es todo esto? -inquirió
   - Es la Piedra Filosofal y el Elíxir de la Larga Vida. Es la Gran Obra de los Alquimistas. Quien tome este elixir jamás caerá enfermo, y una partícula de esta piedra transformará cualquier metal en oro.
   Los guardias rieron a más no poder, y el Alquimista rió con ellos. Les había hecho mucha gracia la respuesta, y los dejaron partir sin mayores contratiempos con todas sus pertenencias.
   - ¿Está usted loco? -preguntó el muchacho al Alquimista, cuando ya se habían distanciado bastante-. ¿Por qué les dijo eso?
   - Para enseñarte una simple ley del mundo -respondió el Alquimista-. Cuando tenemos los grandes tesoros delante de nosotros, nunca los reconocemos. ¿Y sabes por qué? Porque los hombres no creen en tesoros.

Extracto de «El Alquimista», de Paulo Coelho

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