El trabajo, la tecnología y el descanso




José M. Piquer
Profesor Asociado, Depto Cs de la Computación, U. de Chile
jpiquer@nic.cl


Los chilenos, en general, somos poco productivos, y tenemos la sensación de que somos un poco flojos. Por otro lado, si miramos los horarios de trabajo habituales de la gente y le sumamos el tiempo que le dedican al trabajo en sus casas, resulta que tenemos unas jornadas laborales enormes de largas.

La tecnología nos ha ido permitiendo estar en cualquier parte siempre conectados y produciendo, borrando las fronteras entre la oficina, el metro y la casa. Así como podemos mantenernos conectados al trabajo en las vacaciones también podemos chatear con nuestra familia desde el trabajo.

A mi generación de cuarentones hoy, nos tocó vivir de lleno ese cambio, puesto que partimos nuestra vida laboral en el mundo anterior a Internet. Yo abracé con mucha convicción esta nueva forma de ser, porque me permitía una flexibilidad que anhelábamos en familia, el lograr llegar a casa a una hora en que al menos pudiésemos comer todos juntos y participar en la acostada de los niños que es una ceremonia larga y tediosa, pero afectivamente importante. Después de eso, podía retomar mi actividad laboral en la casa y terminar mis trabajos pendientes. De hecho, sin reuniones eternas, el trabajo rinde mucho más en casa que en la oficina.

Sin embargo, esta nueva flexibilidad tiene serios riesgos: creo que las fronteras estrictas tenían cierta lógica muy sana. Es muy fácil hoy no dejar el trabajo nunca, terminar a la 1:00 AM y cerrar el notebook, solo para volverlo a abrir a la mañana siguiente a las 7:00 AM durante el desayuno. Por muy fascinante que resulte nuestra actividad, necesitamos descansar, desconectarnos, olvidarnos por completo algunos períodos de tiempo. Después de un corto tiempo terminaremos en el sillón del siquiatra o tardaremos una semana en darnos cuenta que la familia nos abandonó. El principal problema aparece en las vacaciones: tenemos mail en todos los hoteles más acceso completo a Internet y los dedos nos tiemblan de necesidad de ir a teclear un poco.

Creo que hoy necesitamos forzar unas vacaciones reales y completas: desconectarnos activamente del mundo laboral, cambiar de celular, nunca leer el mail, nunca leer un artículo técnico. De hecho, no hay nada más frustrante que leer el mail a distancia y enterarnos de un problema grave. Típicamente nos ganamos todo el stress y la angustia amplificados porque desde nuestro hotel no podemos hacer nada por resolverlo o simplemente ya es demasiado tarde para actuar.

Ahora es nuestra responsabilidad fijar fronteras que definan nuestros propios límites. Podemos configurar nuestro mundo laboral y nuestro descanso, así como nuestro tiempo con la familia, dentro de las condiciones que nos imponen nuestras diversas realidades. Supongo que hay más de un estilo, y que algunos necesitan más desconexión que otros, tal como algunos manejan mejor la tensión y el stress cotidianos. Pero estoy convencido que todos necesitamos hacerlo de vez en cuando y que la libertad que la tecnología nos ha dado debemos usarla tanto para estar siempre conectados en nuestro período laboral como para estar siempre desconectados en nuestro período estival.

Por mi parte, escribo esta columna desde el fondo de un lago perdido de nuestro sur, con 4 horas de luz al día, sin celular ni teléfono, sin Internet ni Televisión. Mis principales problemas son cambiarle bujías al generador y limpiar los refrigeradores a gas. Claro que para enviar este artículo deberé conectarme unos minutos en el pueblo más cercano que tiene señal celular con GPRS. Pero prometo no leer mi mail. O tan solo un poquito.





Jose M. Piquer 2005-02-16