La Universidad de Chile




José M. Piquer
Profesor Asociado, Depto Cs de la Computación, U. de Chile
jpiquer@nic.cl


Hace 20 años tomé una decisión clave en mi vida: decidí quedarme trabajando como académico en la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Chile, donde estaba terminando mi tesis de Magister. En retrospectiva, esa decisión me parece bastante sorprendente, porque el contexto imperante no auspiciaba nada bueno: la Universidad estaba intervenida por un rector militar y el gobierno hacía lo imposible por hundir este bastión de las universidades estatales. Y parecía que lo estaba logrando: por 10 años, no se había contratado ningún académico joven, la infraestructura estaba en ruinas, las protestas estudiantiles eran cotidianas y los puntajes de entrada a Ingeniería no dejaban de disminuir año a año.

Hoy, cabe preguntarse si la Universidad de Chile juega un rol importante en un escenario lleno de alternativas para la educación superior y si jugará alguno en el futuro del país.

En mi opinión, la Universidad de Chile representa una alternativa única y fundamental para nuestro desarrollo futuro: la meritocracia por excelencia. Creo que no existe ningún otro ejemplo exitoso en Chile (al menos en ingeniería) donde las personas sean evaluadas exclusivamente por su desempeño académico y no intervenga ningún otro criterio para la selección: ni religioso, ni político, ni socio-económico. La Universidad de Chile ha defendido hasta el límite de lo posible (y tal vez más allá) el mantener estudiantes en el sistema cuando su rendimiento es el adecuado pero no pueden pagar sus estudios.

Esto ha creado un entorno universitario extraordinario: infraestructura de lujo, atracción de los mejores puntajes de Chile y una composición humana, tanto de los académicos como de los estudiantes, tan diversa como la humanidad misma. Creo que, en el Chile de hoy, no podemos darnos el lujo de aplicar ningún filtro cultural o social al seleccionar a nuestros estudiantes si realmente queremos juntar a los mejores de todos: somos tan pocos que ninguno puede quedar fuera.

Por otro lado, en un mundo globalizado, es nefasta la tendencia actual de poner a nuestros hijos en el colegio del barrio (donde van todos los hijos de nuestros amigos) para después enviarlos a la Universidad del barrio (donde van todos los hijos de nuestros amigos) donde todos son iguales: misma religión,mismos amigos, misma situación económica, mismos valores. Cuando salen al mundo real, egresando finalmente de su mundo protegido, tienen miedo de la diversidad que existe y no entienden nada de la vida. Es posible que a esa altura sea muy tarde para ellos, que ya no puedan adaptarse a un mundo que no se parece en nada a la sobreprotección en que han vivido toda su existencia.

En ese contexto, la Universidad de Chile representa el paradigma de la diversidad y de la apertura, en sus campus convive la elite intelectual de todos los niveles sociales y creencias habidas y por haber. Estudiar y trabajar aquí es como estar en una muestra en pequeño del planeta, nos prepara para enfrentar el mundo tal y como es, con sus complejidades y niveles de gris, donde la verdad y los valores no son absolutos ni impuestos.

Me siento orgulloso de haber pasado estos años en este ambiente, donde me tocó como estudiante crear la FECH, luego como académico participar de la conexión de Chile a Internet, de la creación del dominio .CL (NIC Chile) y, en cooperación con la CORFO, de la primera incubadora de empresas universitaria del país (AccessNova).

Lo más sorprendente es que hayamos sobrevivido a pesar de todo. Creo que eso también muestra la fortaleza y la relevancia del rol que esta universidad juega. Sin embargo, también parece tiempo de corregir aquellas falencias que no impiden jugar un rol aun más relevante en el desarrollo económico del país. No es posible que tengamos un sistema de crédito universitario que nadie entiende y un sistema de aporte fiscal con parámetros absurdos. Aunque la idea de pagar sus propios estudios parece muy buena y sana, no es sostenible que el crédito tengan que financiarlo las mismas universidades. En la medida que la educación pública en Chile siga mejorando, cada vez más estudiantes necesitarán crédito y las universidades estarán cada vez más quebradas. Es urgente revisar el sistema para garantizarle al país que un buen estudiante siempre pueda mantenerse en su carrera independientemente de sus medios económicos, y que esa garantía no tenga que pagarla la Universidad. Me parece que esa discusión no se ha llevado en serio, ni en el Ministerio de Educación, ni en las Universidades públicas. Es tiempo de conversar en serio.





Jose M. Piquer 2004-12-21