Arthur C. Clarke es conocido en el mundo entero por la película 2001: Odisea del Espacio, pero es reconocido además como el creador de la idea de los satélites geo-estacionarios (en 1945) que masificaron la telefonía larga distancia y los enlaces de datos internacionales. Menos conocido es su llamado a eliminar los cobros por larga distancia en el 2001, proponiendo cambiar el modelo a tarifa plana como una celebración del nuevo siglo.
Aunque las telefónicas obviamente ignoraron su llamado, parece que en definitiva se hará realidad, aunque en una forma inesperada: la telefonía IP. A medida que la banda ancha se vuelve común en los accesos a Internet, resulta natural utilizarla para hablar por teléfono a través de los softwares actualmente disponibles (como Skype, o Google Talk). Cuando ambos interlocutores están conectados a Internet, la llamada resulta gratis, independiente de la distancia y de la duración. Con el tiempo, esto es cada vez más común y nos hace olvidar el viejo sufrimiento de los viajes en que las llamadas a casa eran apuradas y dolorosas.
Estos cambios radicales en el negocio del teléfono nos entusiasman y a otros asustan, lo que explica el reciente fallo del Tribunal de Libre Competencia en contra de Telefonica CTC Chile por obstaculizar el funcionamiento de la telefonía IP en Chile.
La verdad es que estamos presenciando una muerte anunciada de la telefonía tradicional, donde cada año disminuye el tráfico larga distancia y aumenta el tráfico IP. Pero esto no es solo un recambio tecnológico, sino un cambio completo de tarificación: en vez de pagar proporcionalmente al uso, pagamos un costo fijo al mes (por el ancho de banda contratado).
El modelo de tarifa plana es un enorme incentivo al uso tal como el modelo por tráfico es un fuerte desincentivo. En los comienzos del correo electrónico en Chile, en los años ochenta, tuvimos que cobrar según el tamaño de los mails enviados, porque se enviaban por conexiones telefónicas a Estados Unidos a precios exhorbitantes. Una vez que pudimos pasar a tarifa plana el tráfico se multiplicó, posibilitando la verdadera masificación del uso de Internet.
En el caso de Internet, el fin de las barreras geográficas y de las distancias nos acercan al mundo y nos permiten ver a Chile en la mitad de un planeta interconectado. Para un país en el fin del mundo, donde nadie hacía escala y que quedaba lejos de toda civilización, la liberación de la larga distancia nos promueve a ser ciudadanos de primera categoría, medido en ancho de banda disponible por habitante.
Aunque nadie imagina hoy hablar días enteros por teléfono, no resulta absurdo pensar en una videoconferencia permanente con algún lugar del mundo donde estén nuestros amigos o nuestra pareja. El costo fijo incentiva tanto el uso, que aparecerán aplicaciones inimaginables hoy, pero que serán indispensables para nuestros hijos.
Tal vez un día sea más importante el ancho de banda per cápita de un país que su ingreso per cápita.