Si usted tiene un iPod, está entre los 70 millones de consumidores que Apple ha logrado seducir con su producto en el mundo. Si tiene un tocador de MP3 de otra marca, que parece iPod (pero no lo es) está entre los 210 millones de propietarios en el mundo que, más racionales, optan por la misma tecnología pero con menos diseño y más barata. Si no sabe lo que es un iPod, preocúpese: el mundo está andando más rápido que usted.
Yo, por mi parte, nunca he entendido a los fanáticos de Apple: compran al doble de precio unos aparatos de la misma capacidad y tecnología que yo, pero que están llenos de formas, transparencias y ventanas voladoras que más marean que aportan. Forman parte de un grupo equivalente a los que compran autos Audi o BMW, gastando fortunas completas para que en la esquina se los abolle el ciclista que los adelanta en el taco.
Sin embargo, soy capaz de entender que hay empresas que usan ese nicho de consumidores que adoran el diseño y el estilos más allá de toda racionalidad. Y también entiendo que la mayoría de las empresas apuntan a los espacios masivos de consumo, donde el precio es lo más importante.
Pero el fenómeno de la masificación de los toca-MP3, que inauguró el iPod hace unos 5 años, va más allá de esas distinciones. La próxima vez que viaje en metro, mire a su alrededor y fíjese en cuantas personas van escuchando música, sumidos en su propio mundo, con auriculares cada vez más grandes y poderosos y totalmente ajenos al espacio que les rodea.
Aunque por muchos años ha existido el walkman con cassettes y luego con CDs, nunca había habido tanta gente con auriculares caminando por la ciudad. ¿Qué hizo la diferencia?
Hay varios avances tecnológicos importantes: un toca-MP3 es mucho más pequeño, la pila dura mucho más y, muy importante, almacena mucho más música que cualquier tecnología anterior. Y también, gracias a Apple, es mucho más bonito y fácil de usar.
Resulta imposible saber cual es la clave del éxito en realidad, pero está claro que estamos frente a un fenómeno masivo que Apple lideró, que irá mucho más allá de sus usuarios habituales y que está cambiando nuestras costumbres cotidianas. Hoy el mercado resulta tan obvio que hasta Microsoft, que siempre llega tarde a todos los negocios, acaba de liberar su propia versión de un toca-MP3 llamado Zune.
A mi me parece que tener un pequeño espacio propio, donde escucho mi música elegida entre mis 500 canciones favoritas y completamente aislado del ruido ambiente (y de las tontas conversaciones de mis vecinos) es obviamente una aspiración de todo usuario del transporte público. El paraíso se completa cuando encuentro un asiento desocupado y logro sacar mi libro de turno antes de llegar a mi destino.
¿Qué vendrá después? Aparecen equipos que almacenan libros y archivos, que me conectan a Internet, que me muestran video (toca-MP4). Algunos vienen integrados con el celular. Todos son muy bonitos, pero resulta difícil leer un libro en una pantalla de 2 centímetros y menos aún ver un video. Por otro lado, una pantalla grande resulta difícil de llevar en el bolsillo.
Como decía un amigo: "resulta difícil hacer predicciones, particularmente sobre el futuro".