- ¿Sabías que acaban de descubrir un misterioso planeta donde viven millones
de seres inteligentes que andan sobre dos patas? [...]
Tuve que admitir que todo eso me era totalmente desconocido.
- Ese pequeño planeta está unido mediante una compleja red de líneas, sobre
las que esos tipos tan listos ruedan dentro de unos vagones de colores.[...]
- ¿Estás completamente seguro?
- Completamente. [...]
- ¿Dónde está?
- ¡Aquí! -contestó, y dio un golpe con la palma de la mano en el
salpicadero del coche., Éste es el extraño planeta, Hans Thomas. Y nosotros
somos esos seres inteligentes que van rodando en un Fiat rojo.
A veces nos cuesta ver la magia de la vida y de la realidad en la que estamos inmersos. Admiramos lo que vemos de lejos y nunca nos logramos maravillar de lo que tenemos todos los días. Como la película en que un ángel abandona su inmortalidad y se vuelve humano solo para poder sentir un café caliente en la mañana, placer cotidiano y repetido que olvidamos en la carrera del día.
Este país perdido y solitario, en el fin del mundo de la geografía planetaria, siempre nos parece amargo y triste, nos quejamos del gobierno, de la oposición, de los privados y de los mediocres. En esos momentos, batallo por recordar que, hace casi quince años atrás decidimos sin ninguna duda, en familia, que el mejor lugar del mundo para criar a nuestros hijos y vivir nuestra vida era Chile. No es fácil recuperar sensaciones tan lejanas, pero después de un momento, recibo fuertemente mis recuerdos de Paris, de nuestros años franceses. La nostalgia golpea fuerte pero, aun a esta distancia, también está el lado oscuro, la dificultad de vivir en sociedades envejecidas, irritables e individualistas. Chile sigue siendo el país donde quiero vivir. Curioso, entre Santiago de Chile y Paris, me he quedado con Santiago.
Así que vivimos en Chile, el mejor lugar del planeta para pasar nuestra corta vida. Entonces, ¿porqué dudamos? Claramente, estos últimos quince años han sido de continuo progreso: el ambiente universitario, los recursos disponibles, el nivel de los estudiantes, todo ha progresado significativamente, así como todos los indicadores que queramos elegir para el país. Entonces, ¿porqué sentimos que el sistema es frágil?
Creo que Chile ha avanzado extremadamente bien en la primera parte del recorrido. Pero también siento que esa era la parte fácil. Claro que esto es injusto, porque la mayoría de los países del mundo no lo han hecho (y nuestros vecinos lo demuestran). El desafío, ahora, es aprovechar bien la situación que tenemos y seguir adelante. Ya no basta con explotar racionalmente los recursos naturales. Ahora debemos pensar, debemos ser inteligentes, para elegir los próximos pasos. El problema es que hay que tomar decisiones, y no son fáciles ni pocas: ¿apostamos a la biotecnología? ¿a las tecnologías de información y comunicaciones? ¿a la investigación y desarrollo?
Ahora no basta con decir que sea el mercado el que decida. El país tiene que jugar apuestas propias, a 10 años, y el mercado decidirá entonces si nos equivocamos. Pero esta política simplista de dejar que los privados sigan para donde quieran y que el país los siga no nos va a llevar más que a la mediocridad permanente. Creo que es hora que la verdadera política entre en acción. Que los futuros gobiernos jueguen sus cartas y sus apuestas, que se arriesguen a equivocarse poniendo dineros serios en algunas áreas.
Por supuesto, yo creo que las tecnologías de información y comunicaciones son una de esas áreas. Pero también pienso que sería mejor que se tomara la decisión de apostar en otras áreas a no tomar ninguna, como es el caso hoy.
Necesitamos desarrollar la inteligencia en Chile, porque ese es el camino que nos queda para la superación de la pobreza.