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Piratas, Corsarios y Ladrones




José M. Piquer
Profesor Asociado, Depto Cs de la Computación, U. de Chile
jpiquer@nic.cl


La digitalización de todos los contenidos, tanto artísticos (música, pintura, fotografía, cine, libros, etc) como intelectuales (software, textos de estudio, etc) nos ha traído a esta increíble era en que todo material se puede copiar, reproducir, enviar, transferir, y manipular en múltiples formas sin tener ninguna diferencia con el original. Aunque esto es realidad hace mucho tiempo, recién en los últimos años la tecnología nos ha permitido tener al alcance de la mano el espacio de almacenamiento, la capacidad de proceso, el ancho de banda de comunicaciones y los estándares de representación necesarios para que la masificación se nos haya venido encima.

En la vereda de cualquier calle del centro de Santiago podemos encontrar copias piratas de música, MP3, o incluso de la última versión de Oracle o Windows. No es que el pirateo sea un invento nuevo, o que ahora hayan más piratas que antes. Simplemente, la magia de la digitalización ha bajado los costos de la copia a casi cero sin perder ninguna calidad. Si comparamos copiar un CD con fotocopiar un libro, la diferencia es clara: el CD me costó nada y quedó igual al original; la fotocopia quedó mala y me costó cara.

La industria ha intentado reaccionar para oponerse al pirateo: en Chile las campañas de Tolerancia Cero de una agrupación de empresas de software ha sembrado el pánico en muchas empresas, en USA es habitual ver letreros en las calles amenazando a los usuarios de Internet con perseguirlos si bajan contenido protegido, orientado principalmente a la música y a las películas.

En mi opinión, estas reacciones van exactamente en el camino contrario al adecuado, y solo harán aun más difícil la situación para la industria en general. Tomemos como ejemplo la industria de la música: en los años 70, los discos de vinilo se masificaron y se editaron a raudales a precios cercanos a los 8 dólares. A fines de los 80, se masificaron los CDs y, como eran de mejor calidad (bueno, eso es discutible, pero al menos duraban mejor en el tiempo) se vendieron a unos 15 dólares. Muchos, como yo, renovaron toda su colección de discos por CDs comprando de nuevo TODO lo que habían comprado antes. La industria re-editó todo el contenido además de las nuevas producciones que iban apareciendo. Fue una era dorada. Sin embargo, nunca aprovecharon esto para transferir al público las increíbles economías que hacían gracias a la digitalización y la masificación. Actualmente, todavía un CD nuevo vale 15 dólares. Esto solo sirve para promover la piratería, y es lógico que las ventas hayan bajado y bajado a lo largo del tiempo. No creo que amenazando a la gente y contratando abogados para acorralar a los piratas encuentren ningún camino de salida. Siento que la industria de la música y del software cerrado van directo a la extinción, sin haber comprendido nunca lo que les ha ocurrido.

Deberíamos entender y aceptar que los contenidos digitales poseen una magia nueva, que nunca habíamos tenido disponible antes: podemos difundirlos por el planeta entero (usando Internet), casi sin costo y sin perder nada de la calidad original. Si pensamos en un grupo de música nuevo, desconocido, resulta increíble el poder poner nuestra música en la red y poder saltarnos editores, sellos, contratos leoninos y representantes. Pensemos en escritores, artistas digitales o intelectuales y políticos difundiendo ideas.

Lo que debemos hacer ahora es encontrar nuevos modelos de negocios, nuevas formas de generar dinero a partir de los contenidos. El empaquetarlos en discos o libros y suponer que no los van a copiar no resulta ahora. Creo que la idea de comprar las canciones de a una, como hace el Ipod de Apple es un paso (pero todavía son muy caras, la masificación debiera hacer que comprar una canción fuera menos de 50 centavos de dólar). La idea es lograr que piratear un contenido sea más caro (en tiempo o dinero) que comprarlo.




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Jose M. Piquer 2004-09-20