A la pregunta: ``Qué es un hombre de estado?", de Gaulle respondió:
``Es un hombre capaz de tomar riesgos." [...] Hoy día un político que toma
riesgos es un hombre muerto. El mayor peligro: una idea clara y precisa.
[...] Por que crear es siempre distinguir, aislar una idea particular,
elegir un bando, y por ello, perder votos.
-- A Demain de Gaulle, Régis Debray
Es interesante leer y escuchar las diversas opiniones sobre Internet, y como cada uno visualiza su efecto en las más diversas áreas del conocimiento y de la vida cotidiana. Desde los vaticinios más negativos y fatalistas hasta los sueños más locos y utópicos han pasado por los predictores del futuro.
Yo, por sobre cualquier cosa, creo en la libertad. En un país que ha estado dividido entre los que creen en la libertad económica en medio de la prisión del pensamiento y aquellos que creen en la libertad de pensamiento en medio de una prisión económica, no he tenido mucho espacio de acción en mi vida. Y en estos últimos diez años de democracia, donde ambas prisiones desaparecieron, no se ha desarrollado sólidamente un discurso de libertad. Me recuerda a la pasionaria en España, cuando se autorizó por primera vez un meeting masivo del Partido Comunista después de la muerte de Franco, y dijo: ``cantemos ahora la Internacional, pero despacito". En eso estamos, en un ambiente de libertad sin exageraciones. ``Con libertad absoluta de volar, claro que sin salirse de su jaula", como dijo Don Nicanor.
En ese ambiente, Internet ha sido como una puerta abierta en la jaula cotidiana. Tal vez incluso sea nuestra salvación como país. Un medio de expresión, un espacio de negocios, un espacio de intercambio abierto y planetario, una mezcla infinita de culturas, idiomas y creencias. Como ustedes quieran que sea, Internet siempre está en medio, siempre sirve, siempre influye. Tal vez al final no quede ningún espacio de la actividad humana que se libre de su influencia.
Sin embargo, la libertad asusta. En un país paternalista, que está dispuesto a perdonar crímenes y torturas a cambio de un liderazgo claro, Internet asusta. Y siempre hay charlatanes que tratan de vivir de ese miedo, ahondándolo más aún.
La brecha digital no existe. No hay una separación entre los entrenados tecnológicamente y los no entrenados. La realidad es que la verdadera brecha es mental, o tal vez incluso espiritual. La sociedad se divide entre los internautas y los no-internautas. La gran diferencia entre uno y otro es el miedo. Aquellos que no le temen a la libertad no lo piensan, toman los riesgos, innovan, se adaptan.
Creo seriamente que si queremos subir masivamente al país al carro de Internet, debemos cambiar el espíritu del país. Eso es más importante que entrenar técnicamente a la población. No está mal promover el acceso masivo vía telecentros, no está mal proveer más ancho de banda, no está mal promover servicios en Internet, no está mal dictar algunas leyes (aunque con cuidado, por favor, se han equivocado tanto en estos temas!).
Sin embargo, creo que nos hemos olvidado de la otra parte, de la mentalidad de este país. Y creo que se puede cambiar, usando intensivamente los medios de comunicación. Yo lo noto en mis propios estudiantes, usuarios de Internet desde mechones, muchos de ellos muy capaces, pero con un miedo profundo a la libertad. La mayoría prefiere irse de empleado bien pagado a trabajar poco, antes que emprender sus propias iniciativas aprovechando su creatividad y conocimiento. El modelo del éxito está equivocado, y la imagen del empresario chupa-sangre y explotador debe ser reemplazada por la del joven emprendedor que innova en sus servicios, genera empleo y crecimiento económico de alto valor agregado para el país. Debemos sacar de la televisión a los mismos viejos empresarios, políticos y comunicadores que destrozaron a este país. Debemos abrirle espacio a los jóvenes exitosos del futuro.
Debemos deshacernos del país antiguo y encarcelado, y abrir las puertas hacia este nuevo desafío de vivir en un mundo globalizado, aportando lo mejor de nosotros mismos, en constante innovación, riesgo y oportunidades nuevas. Disfrutando lo más importante: nuestra libertad.