``Vengo a reclamar el café del otro día'', dijo. Me puse de pie, tropecé con la silla, mi cucharita de café resbaló de la mesa con un escándalo que más bien parecía provenir de un cucharón. [...] Yo recogí la cucharita pero antes de poderme sentar me enganché el saco en ese maldito reborde que cada silla tiene en el respaldo. [...] ``Parece que lo asusté'', dijo ella, riendo con franqueza. ``Bueno, un poco sí'', confesé, y eso me salvó.
Hace poco tiempo, un experto en inteligencia artificial dijo, mitad en broma, que el camino de esa especialidad había muerto. En realidad, arguyó, lo que realmente diferencia a los humanos de los animales es su capacidad para ir en contra del instinto de supervivencia, lo que más parece estupidez que inteligencia. Por ello, para hacer un computador que parezca humano, debemos crear la estupidez artificial y olvidarnos de la inteligencia artificial.
Recordé esta historia cuando vi que las nuevas plantas revisoras de automóviles, basadas en sistemas dichos inteligentes, rechazaban todos los autos y entregaban resultados aleatorios, lo que impidió que las plantas antiguas pudieran dejar de operar. Claramente, cualquier ser humano hubiese tenido mejor desempeño en esa misma tarea.
Existe una leyenda (bien fundada, por lo demás) que el poner un computador a cargo de tomar decisiones siempre termina acarreando algún desastre. Esto se cumple incluso cuando el sistema funciona bien, por ejemplo en el crack de la bolsa de Nueva York en 1987, una de las principales causas fue que todos los sistemas expertos tomaron al mismo tiempo la decisión de vender las mismas acciones. Claramente, los seres humanos no somos racionales. Nuestras decisiones no siguen las reglas que le damos al sistema experto que debiera emularnos.
Siempre ha pensado que nuestra racionalidad sólo sirve para inventar buenas (y razonables) excusas para justificar nuestras decisiones pasadas. Sin embargo, la decisión misma fue básicamente instintiva. De hecho, los nuevos modelos de la inteligencia y de la toma de decisiones consideran algo parecido a eso. Por ejemplo, un ser humano que no siente miedo (hay ciertas lesiones cerebrales que producen ese efecto) es un ser completamente intratable, irracional y descriteriado. Al parecer, el miedo es un factor fundamental en nuestra toma de decisiones (miedo al ridículo, a dañar a alguien, a que nos dañen, etc). La nueva teoría es que recorremos el árbol de posibilidades y nos vamos por la variante que minimiza el miedo que sentimos frente a esa decisión. Tal vez por eso los chilenos somos tan buenos para no tomar ninguna decisión, y si la tomamos, sobre todo no la enfrentamos.
Esta línea me lleva a pensar que tal vez no sea buena idea un computador inteligente (o estúpido, según como lo miremos). Me parece que tenemos demasiados seres de esos. Mejor sería construir un sistema racional, que no nos reemplace, pero que nos dé la alternativa racional a seguir. De esa forma, no podremos inventar excusas racionales de porqué no tomamos esa alternativa, sino que tendremos que enfrentar la verdadera razón: que nos da miedo.
Claro que seguramente inventaremos una muy buena excusa para explicar porqué eso no es cierto.