Las Alimañas y los adolescentes de la nueva era




José M. Piquer

Nos abrazamos con fuerza y, cuando más lo apretaba, con mayor certeza sentía que ese abrazo era la más triste de las despedidas. Me ardían los ojos, tenía la garganta seca, y desde algún remoto rincón cordillerano me llegó el eco de caballos galopando, [...], caballos alejándose para siempre, definitivamente de mis sueños.

- Luis Sepúlveda, Desencuentros


Cada vez que asisto o dicto una charla sobre seguridad, aparece el tema de los mal llamados hackers, atacantes anónimos, con tiempo infinito, explotadores de cuanto error informático exista. El término hacker, originalmente describía lo que todos nosotros queríamos ser: un programador experto, conocedor profundo de los sistemas, fanático computacional. Era un término usado con respeto. Por ello, siguiendo la propuesta de Horst Von Brand (Universidad Federico Santa María), les llamaremos Alimañas en este artículo.

En el año 1992, recién conectados a Internet, sufrimos ataques en la Universidad de una alimaña que bautizamos como Morgan y a la cual perseguimos y monitoreamos algún tiempo. Luego nos tocó entrevistarnos con el FBI que lo andaba persiguiendo, porque desde nuestras instalaciones atacó presas más atractivas, como Cisco. El comportamiento de este personaje era bastante interesante, porque no revelaba mucho conocimiento ni arte, pero sí una persistencia y una metodología ordenada insuperables. Era completamente contradictorio con la imagen que la sociedad tiene de ellos: en vez de ser un experto de alto nivel que penetra los sistemas en base a un avanzado conocimiento (casi mágico) de los sistemas, es en realidad un animal rutinario que aplica un manual al pie de la letra, sin ninguna creatividad, pero con mucha paciencia y persistencia. Es un burócrata profesional de la computación. Un funcionario del lado oscuro de la fuerza.

¿Quiénes son estas Alimañas? ¿Qué buscan en realidad? A lo largo de los años en Internet, me ha tocado interactuar con varios, y siempre me ha interesado el entenderlos, el convertirlos, el convencerlos que pueden dedicar su esfuerzo y ganas a tareas mucho más constructivas. Da rabia pensar que en Internet en Chile, habiendo tanto que hacer y tan poco talento disponible, haya gente inteligente dedicando sus esfuerzos a botar lo que apenas hemos logrado levantar.

Incluso una vez contraté a dos estudiantes de la escuela que se divertían botando nuestros computadores, pensando que esto podía integrarlos exitosamente a la sociedad (esto es equivalente a contratar a un ex-guerrillero de Ministro del Interior, lo que se ha hecho varias veces en la historia). Los resultados fueron difusos: uno ha resultado ser uno de mis estudiantes más exitosos, el otro nunca dejó del todo su adicción al lado oscuro y finalmente tuvimos que deshacernos de él.

Es curioso el personaje de la Alimaña, es odiado y admirado, crea un espacio de protagonismo y de heroismo (a la Robin Hood) para jóvenes que no tienen ese rol en su vida habitual. Me recuerda un poco a esos otros jóvenes que apedrean locales y micros de carabineros sin haberse ni siquiera inscrito en los registros electorales. Parten de la base que no tienen opciones reales en la sociedad actual, se sienten discriminados por profesores menos inteligentes que ellos, y por adultos que les copan las oportunidades.

Aunque todo esto es cierto hasta cierto punto, también es cierto que mi experiencia me muestra que aquellos que perseveran y se toman su futuro en sus propias manos siempre encuentran espacios de desarrollo y éxito.

Supongo que siempre contaremos con estos marginales persistentes, pero me gustaría hacer un esfuerzo más por encausar esas energías hacia la construcción de un futuro, hacia una consolidación de este país tembleque que da sus primeros pasos hacia el desarrollo. ¿Cómo incluirlos en el proyecto? ¿Cómo hacerlos sentir que todos somos parte de un proyecto común? Eso da para un próximo capítulo.





Jose M Piquer 2003-08-27