A Globalizar el Planeta

José M. Piquer

Lynn Sommers resultó el producto afortunado de razas mezcladas. Debió llamarse Lin Chi'en, pero sus padres decidieron anglicanizar los nombres de sus hijos y darles el apellido de su madre, Sommers, para facilitarles la existencia en Estados Unidos, donde los chinos eran tratados como perros.
-- Retrato en Sepia, Isabel Allende

La globalización es un hecho cada vez más presente en nuestras vidas cotidianas. Nuestros hijos comienzan a hablar un engendro de idioma español latinoamericano con acento a televisión y chatean en el canal latino con cuanto equivalente encuentran en el continente. Los monopatines re-inventados después de 40 años causan furor en todos los continentes y la misma serie americana es vista por millones de seres humanos desde una ruca mapuche, pasando por una casa rodante en Francia y terminando en una carpa para recolectar algodón en Turquía.

En Chile, el fenómeno asusta. ¿Qué pasará si nos globalizamos? ¿Donde irán la cueca y las empanadas? ¿Qué será de nuestra isla de paz y tranquilidad?

La verdad es que a mi el fenómeno me encanta. Mi pasado anarquista me vuelve revoloteando feliz, y pienso en mis objetivos de adolescente, de un planeta sin banderas, sin fronteras, sin seres humanos locales discriminando seres humanos extranjeros. Lo que siempre ha faltado en el mundo es sentirse parte de un todo planetario. Nuestra pertenencia tiende a ser muy pequeña, a un grupo local, a una tribu, a una familia. No nos sentimos ciudadanos del mundo, porque el mundo es diferente a nosotros. En la medida que seamos parecidos, compartamos una cultura de base, será mucho más fácil entendernos. Aunque sea jugando magic. Qué importa, no es peor que la rayuela.

Internet nos globaliza, nos interconecta, nos transculturaliza. Ya no más islas de información trucada, deformada. No más islas de paz, tranquilidad y soberanía (financiadas por la CIA, claro).

La globalización nunca será de una sola línea, y traerá diversidad en forma natural y automática. Acostumbrarnos a visiones distintas, a religiones diferentes, a niveles sociales y culturales. A Chile le viene bien, romper nuestras parcelas protegidas y falsas nos permite estar mejor preparados para este mundo cambiante de la nueva economía. Olvidarnos de nuestra selección de futbol nos permite aprender a jugar bien.

La cultura local seguirá siendo una opción, puesto que siempre hay múltiples niveles de distancia que agrandan y achican nuestra tribu.

Por supuesto que esto quita poder a los gobiernos, puesto que nos volvemos más dependientes del esquema global. Esto no es malo, porque los gobiernos tienen más capacidad de hacer daño que de hacer bien. Neutraliza mejor a nuestros gorilas cíclicos y, en la práctica, nos estabiliza.

En general, veo a Internet como un catalizador poderoso de este proceso. Cuando fui niño, de verdad creí en la Antártica Chilena y en una justificada Guerra del Pacífico. Poder ver los mapas alternativos y los textos de historia de los otros países involucrados, aporta una dosis de verdad y de realidad: el aceptar que la realidad no es unívoca.





José M. Piquer
Thu Nov 16 23:00:23 CLST 2000