La burla del tiempo




José M. Piquer

Tras una hora y media de espera despegamos por fin de Sao Paulo. Hace años que no fumo, pero ahora daría cualquier cosa por poder encender un cigarrillo. Vamos pisando nubes, un océano blanco, gris, negro. A novecientos kilómetros por hora, "allá" se transforma en "acá". ¿Estará en un cajón? ¿Cómo estará? ¿Qué aspecto tendrá? Me dirá hola, mi niño querido. No me dirá. y yo, ¿qué le diré? Será verano. Las calles del barrio olerán a tierra mojada al caer la noche y se podrá conversar hasta tarde en el patio. Ya es algo.

- Mauricio Electorat, La Burla del Tiempo


Debe haber sido más o menos por el año 1974, yo estaba en la Alianza Francesa en un país fuertemente intervenido y vigilado. El colegio era como una isla de intelectualidad en un país chato e incapaz de pensar luego del trauma vivido para el golpe de estado. En esos días, conocí a Mauricio Electorat, nos hicimos profundamente amigos, así como solo dos adolescentes pueden hacerse amigos, y decubrimos juntos a las mujeres, al arte y a la revolución.

De ahí en adelante no paré nunca de luchar en forma constante y persistente contra la dictadura imperante y de intentar vivir una vida que significara algo, que aportara algo a la realidad insoportable que nos rodeaba.

Perdí de vista a Mauricio al salir del colegio, él ingresó a literatura en la Chile mientras yo entraba a ingeniería. Fugazmente nos vimos un día en la escuela en una manifestación estudiantil contra la Federación de Estudiantes designada por el rector designado y no lo puedo olvidar porque me distraje conversando con él, lo que hizo que no viera que los pacos estaban entrando a la escuela, así que me tomaron y me arrastraron fuera de la Facultad. Por razones que nunca entendí (en muchas cosas en mi vida he tenido una suerte increíble) simplemente me soltaron en la calle y no me llevaron detenido.

Luego supe de él: fue sumariado en Ciencias Sociales por "atacar" a un profesor y estuvo suspendido todo un año, lo que finalmente lo hizo emigrar a Barcelona. Tuvimos un nuevo encuentro años más tarde en Paris, donde coincidimos algunos años.

Hoy lo recibo de vuelta en un libro increíble, publicado por Seix Barral y con el premio Biblioteca Breve 2004: La Burla del Tiempo. No sé si el libro será tan impactante para quienes no anduvieron con Mauricio borrachos por Recoleta, pero igual se los recomiendo. Un testimonio importante de nuestra generación: la de los platos rotos, los que pagamos la parranda de la generación anterior y abrimos los espacios para la que venía después.

Recuerdo una película donde un astronauta se quejaba que para él resultaba tremendamente frustrante el no poder compartir con nadie la emoción de estar en la luna, de ver el espacio exterior, de temblar en esa soledad, porque sólo él y un puñado de hombres habían estado allí. Yo siento algo parecido con nuestro paso generacional. Cómo explicar lo que fue la juventud en dictadura, el toque de queda, los amigos presos, el miedo imperante y la indiferencia criminal del país. Siempre esperé que los jóvenes del futuro me preguntaran: ¿qué hacías tú durante la dictadura? Entonces yo, orgulloso, iba a contarles mis historias de guerra. Pero no, ahora nadie me pregunta. El libro cuenta lo que hacíamos, y el precio que pagamos.





Jose M. Piquer 2004-07-15