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Comienzan a girar sobre sí mismos y se van por los remolinos de agua, con su aire en el centro que se redibuja en cada vuelta. Máquinas transparentes y orgánicas sin más visión que la distribución de los horizontes. Volantes y submarinas, inmersas en su animalidad, adictas a los estados de euforia. El límite del campo es el cuero de los animales.